Psicoanálisis e instituciones
- Sebastián Ortiz Olivares
- 1 mar 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 26 may 2024
Sebastián Ortiz Olivares, Psicólogo
La creencia, respecto a que el psicoanálisis no es muy "eficiente" para trabajar en instituciones, suele ser escuchado en diferentes equipos que tienen como finalidad un trabajo clínico, de prestaciones de salud o incluso en proyectos de intervención psicosocial.
La misma historia sobre los inicios del psicoanálisis tuvo múltiples inconvenientes y acusaciones sobre el desarrollo y la validez “científica” de su teoría, a fines del siglo XIX y principios del XX. La teoría de la sexualidad infantil y el fuerte acento del psicoanálisis en el inconsciente son ejemplos claros, en cuanto a conceptos que causaron problemas en la comunidad científica de la época.
Para la teoría psicoanalítica el sujeto “nunca es tan dueño de su propia casa” o dicho de otro modo, sus palabras y actos no son tan conscientes como la persona supone. En el año 1917, Sigmund Freud publicó un artículo llamado “una dificultad en psicoanálisis” del tomo XVII, en el cual plantea que el narcisismo ha sufrido tres graves heridas. En primer lugar, el ser humano creyó que la tierra era el centro del universo, lo que termina siendo cuestionado, luego de la obra de Nicolás Copérnico en el siglo XVI. La segunda gran herida narcisista, se relaciona fundamentalmente con la arrogancia del ser humano, de la supuesta divinidad y superioridad con el mundo animal, lo cual es refutado por los estudios de Charles Darwin. Finalmente, la tercera herida se basa en la condición inconsciente de la vida anímica.
En ese contexto, no por nada el filósofo Paul Ricoeur tiene una célebre expresión cuando considera a Freud como uno de los “maestros de la sospecha”, al igual que Karl Marx y Frederick Nietzsche. Precisamente, tal vez, por esta misma condición filosófica de sospecha que cubre el pensamiento psicoanalítico, termina generando una estadía incómoda para algunos clínicos en las instituciones.
En salud pública, por ejemplo, resulta interesante pensar en las guías clínicas de la depresión, en donde los autores recomiendan abiertamente una terapia cognitivo- conductual de corta duración para tratar cuadros depresivos categorizados de acuerdo a rangos de severidad. Incluso, estipula la cantidad de sesiones adecuadas para el abordaje del tratamiento, generando de algún modo, que las narrativas y las historias de las personas se descuiden.
Por otra parte, en un área diferente, los organismos colaborados de SENAME, (OCAS) que en su mayoría, pertenecen a fundaciones privadas y con un fuerte énfasis familiarista, suponen abiertamente una efectividad y eficiencia de los modelos sistémicos y familiares, por sobre otros modelos psicológicos, para garantizar resultados, de acuerdo a los cumplimientos de objetivos de procesos de intervención psicosocial, sin que exista un contrapeso significativo que ponga en tensión el saber. Por tal motivo, no es casual que la propuesta psicoanalítica sea objeto de disputas penosas o suposiciones arbitrarias como que: “no analiza lo familiar” y que sus tratamientos no proporcionan resultados rápidos, al ser considerados, de antemano, de larga duración.

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