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Salud mental en Chile: algunos datos

  • Foto del escritor: Sebastián Ortiz Olivares
    Sebastián Ortiz Olivares
  • 26 may 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 1 jun 2024

Sebastián Ortiz Olivares


Chile ha tenido tres planes nacionales de salud mental y psiquiatría, desde el retorno a la democracia en adelante. El primero surge en el año 1990, el segundo, en el año 2000 y actualmente está vigente el tercero del año 2017. Un dato importante que ha sido persistente en el tiempo y que suele ser difundido en estos documentos, es la alta prevalencia de trastornos ansiosos; el abuso y dependencia de sustancia y, la depresión, como algunas de las causas principales de motivo de consulta en el sistema público de salud.


Sin duda, otros países de la región también comparten estas problemáticas. De hecho, en el año 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un informe, en el cual proporcionó cifras sobre la prevalencia de la depresión y otros trastornos en los distintos continentes. El nombre del informe es: “Depresión y otros Trastornos Mentales Comunes: Estimaciones de Salud Global”. De acuerdo a sus hallazgos, en la región latinoamericana, Chile registró un 5,0 % de prevalencia de depresión, ubicándose por debajo de Brasil (5,8%) y de Paraguay (5,2%). Sin embargo, supera a los otros países vecinos.



Otra información que es importante tener en cuenta, son los estudios que han investigado la relación entre los problemas de salud mental y las condiciones socioeconómicas de las personas. En los grupos de menores ingresos, las tasas de síntomas depresivos y otros problemas de salud mental tienden a ser más altos, que en los grupos de mayores ingresos. Por ello, se habla de los “determinantes sociales en salud”. Uno de los antecedentes en esa línea que ha sido ampliamente difundido, es el informe publicado por los investigadores Michael Marmont y Richard Wikinson, quienes en el año 2003 evidenciaron –entre otras cosas- que aun en los países más ricos y con sistemas de salud públicos, gratuitos y universales, las personas de los estratos sociales más bajos tienen un riesgo significativamente mayor de sufrir enfermedades graves y muerte prematura si se compara con quienes pertenecen a los estratos altos.


Por otro lado, el suicidio también es un asunto que ha tenido un avance significativo en las últimas décadas. Siguiendo a la OMS, en el año 2015, afirmó que el suicidio fue una de las 20 causas principales de muerte en el mundo. Además, fue la segunda causa principal de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años de edad a nivel mundial. La mayoría suele ocurrir en los grupos de menores y medianos ingresos. En Chile, en el año 2013 se publicó un informe: “Situación Actual del Suicidio Adolescente en Chile, con Perspectiva de Género”, el cual mencionaba que, entre los países miembros de la OCDE, entre los años 1995 a 2009, Chile ocupó el segundo lugar con mayor tasa de mortalidad por suicidio de jóvenes después de Corea del Sur (le sigue Japón, México y Portugal).


Sumado a esto, en la “Encuesta Nacional de Salud 2016-2017”, declararon que en Chile hubo 1.878 suicidios en un año, lo que equivale a cinco muertes diarias. El 20,6%, es decir, 388 fallecimientos, correspondió a jóvenes de entre 20 y 29 años (Hombres 17,3 % y Mujeres 3,3 %). Sin embargo, la cifra cambia cuando se calcula el porcentaje de la población que tuvieron ideaciones suicidas. El porcentaje tiende a ser más alto en las mujeres que en los hombres. Lo mismo ocurre, respecto a las tasas de sintomatología depresiva, la cual tiende a ser superior en las adolescentes, al igual que los comportamientos de automutilación.


Finalmente, de acuerdo a la “Encuesta Nacional del Empleo, Trabajo, Salud y Calidad de Vida de los Trabajadores y Trabajadoras en Chile (ENETS 2009-2010)”, los principales síntomas o problemas de salud declarados por los trabajadores se refieren al ámbito de la salud mental, destacando la sensación continua de cansancio con un 30,3% y el haberse sentido melancólico, triste o deprimido por un periodo de dos semanas los últimos 12 meses con un 21%. Es más, las licencias médicas por trastornos mentales ocupan el primer lugar como causa de reposo médico.


Frente a todo eso, ¿Cuál es el porcentaje que destina el país al gasto público de salud mental?. El gasto público en salud mental es muy bajo en relación a los países desarrollados, llegando sólo al 2,4 % del gasto total en salud. En países como Estados Unidos o el Reino Unido, por ejemplo, el porcentaje del presupuesto asignado a salud mental es de un 6,0% y 10%, respectivamente.


Cabe señalar, que el mayor porcentaje de la población se atiende por FONASA. De hecho, de acuerdo a la última encuesta CASEN del año 2017 del Ministerio del Desarrollo Social, el total de personas afiliadas a FONASA alcanzó un 81%. Además, la mayor parte de población se atiende en el sistema público de salud. Sin embargo, no todas las personas pueden acceder a sus tratamientos y el tiempo de espera tiende a ser considerable para que las personas accedan a la primera consulta con psiquiatra en el nivel ambulatorio, de acuerdo al informe de “Evaluación del Sistema de Salud Mental en Chile” del año 2014.


Actualmente, en el sistema AUGE-GES (Garantías explícitas en salud), sólo existen algunas patologías mentales que cuentan con la prioridad del acceso y protección financiera: La esquizofrenia, la depresión en personas de 15 años y más, el trastorno bipolar, y el consumo de alcohol y drogas en personas menores de 20 años. Generalmente, la puerta de acceso a las prestaciones médicas ocurre en la atención primaria de salud y luego se evalúa la derivación a los otros niveles de la red pública. Sin embargo, como señala la investigación del “Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica (Propuesta para una Psicoterapia Efectiva en Atención Primaria) del año 2019”, el sistema público de salud está orientado al cumplimiento de metas de cobertura, y los tratamientos suelen tener una baja frecuencia, inclusive en algunos casos, de una vez al mes. Además, el promedio de sesiones que recibe un paciente al año es menor a lo que sugiere la evidencia internacional; la duración de las sesiones suele ser breves, la lista de espera para una primera atención con psicólogo puede tardar en algunos casos hasta más de un mes y es difícil mantener la continuidad de los tratamientos con el mismo profesional, a raíz de la alta rotación.


Para concluir, los datos y las cifras dan una perspectiva, pero es necesario que se analicen con una mirada crítica, y en dialogo con otras disciplinas, a fin de poder investigar el trasfondo y tomar en cuenta la incidencia del contexto social y cultural. En ese sentido, queda esperar para poder conocer los reales efectos que va a producir la pandemia en la salud mental de la población y cuáles van a ser las repercusiones en los procesos de malestar social creciente que circula en el país.




 
 
 

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